lunes, 9 de diciembre de 2013

TodoO aserca de Nelson mandela

Nelson Mandela
(Umtata, Transkei, 1918 - Johannesburgo, 2013) Político sudafricano que lideró los movimientos contra el apartheid y que, tras una larga lucha y 27 años de cárcel, presidió en 1994 el primer gobierno que ponía fin al régimen racista.
Renunciando a su derecho hereditario a ser jefe de una tribu xosa, Nelson Mandela se hizo abogado en 1942. En 1944 ingresó en el Congreso Nacional Africano (ANC), un movimiento de lucha contra la opresión de los negros sudafricanos. Mandela fue uno de los líderes de la Liga de la Juventud del Congreso, que llegaría a constituir el grupo dominante del ANC; su ideología era un socialismo africano: nacionalista, antirracista y antiimperialista.

Nelson Mandela
En 1948 llegó al poder en Sudáfrica el Partido Nacional, que institucionalizó la segregación racial creando el régimen del apartheid. Bajo la inspiración de Gandhi, el ANC propugnaba métodos de lucha no violentos: la Liga de la Juventud (presidida por Mandela en 1951-52) organizó campañas de desobediencia civil contra las leyes segregacionistas.
En 1952 Mandela pasó a presidir el ANC del Transvaal, al tiempo que dirigía a los voluntarios que desafiaban al régimen; se había convertido en el líder de hecho del movimiento. La represión produjo 8.000 detenciones, incluyendo la de Mandela, que fue confinado en Johannesburgo. Allí estableció el primer bufete de abogados negros de Sudáfrica.
En 1955, cumplidas sus condenas, reapareció en público, promoviendo la aprobación de una Carta de la Libertad, en la que se plasmaba la aspiración de un Estado multirracial, igualitario y democrático, una reforma agraria y una política de justicia social en el reparto de la riqueza.
El endurecimiento del régimen racista llegó a su culminación en 1956, con el plan del gobierno de crear siete reservas o bantustanes, territorios marginales supuestamente independientes, en los que confinar a la mayoría negra. El ANC respondió con manifestaciones y boicoteos, que condujeron a la detención de la mayor parte de sus dirigentes; Mandela fue acusado de alta traición, juzgado y liberado por falta de pruebas en 1961.
Durante el largo juicio tuvo lugar la matanza de Sharpeville, en la que la policía abrió fuego contra una multitud desarmada que protestaba contra las leyes racistas, matando a 69 manifestantes (1960). La matanza aconsejó al gobierno declarar el estado de emergencia, en virtud del cual arrestó a los líderes de la oposición negra: Mandela permaneció detenido varios meses sin juicio.
Aquellos hechos terminaron de convencer a los líderes del ANC de la imposibilidad de seguir luchando por métodos no violentos, que no debilitaban al régimen y que provocaban una represión igualmente sangrienta. En 1961 Mandela fue elegido secretario honorario del Congreso de Acción Nacional de Toda África, un nuevo movimiento clandestino que adoptó el sabotaje como medio de lucha contra el régimen de la recién proclamada República Sudafricana; y se encargó de dirigir el brazo armado del ANC (la Lanza de la Nación). Su estrategia se centró en atacar instalaciones de importancia económica o de valor simbólico, excluyendo atentar contra vidas humanas.
En 1962 viajó por diversos países africanos recaudando fondos, recibiendo instrucción militar y haciendo propaganda de la causa sudafricana. A su regreso fue detenido y condenado a cinco años de cárcel. Un juicio posterior contra los dirigentes de la Lanza de la Nación le condenó a cadena perpetua en 1964. Ese mismo año fue nombrado presidente del ANC.

Mandela en la cárcel, poco antes de 
su liberación
Prisionero durante 27 años en penosas condiciones, el gobierno de Sudáfrica rechazó todas las peticiones de que fuera puesto en libertad. Nelson Mandela se convirtió en un símbolo de la lucha contra el apartheid dentro y fuera del país, una figura legendaria que representaba la falta de libertad de todos los negros sudafricanos.
En 1984 el gobierno intentó acabar con tan incómodo mito, ofreciéndole la libertad si aceptaba establecerse en uno de los bantustanes a los que el régimen había concedido una ficción de independencia; Mandela rechazó el ofrecimiento. Durante aquellos años, su esposa Winnie simbolizó la continuidad de la lucha, alcanzando importantes posiciones en el ANC. El ferviente activismo de Winnie no estuvo exento de escándalos; años después, ya en los 90, se vería envuelta en un polémico juicio en el que fue acusada de asesinato, si bien salió absuelta.
Finalmente, Frederik De Klerk, presidente de la República por el Partido Nacional, hubo de ceder ante la evidencia y abrir el camino para desmontar la segregación racial, liberando a Mandela en 1990 y convirtiéndole en su principal interlocutor para negociar el proceso de democratización. Mandela y De Klerk compartieron el Premio Nobel de la Paz en 1993.

Mandela y Frederik De Klerk en la entrega del Nobel
Las elecciones de 1994 convirtieron a Mandela en el primer presidente negro de Sudáfrica; desde ese cargo puso en marcha una política de reconciliación nacional, manteniendo a De Klerk como vicepresidente y tratando de atraer hacia la participación democrática al díscolo partido Inkhata de mayoría zulú. Una película del cineasta estadounidense Clint Eastwood, Invictus (2009), reflejaría con bastante fidelidad el Mandela de esos años; su apoyo a una selección nacional formada por blancos durante la Copa Mundial de Rugby de 1995, celebrada en Sudáfrica, muestra su empeño en integrar la minoría blanca y la mayoría negra sirviéndose de aquel acontecimiento deportivo y su firme voluntad de construir una nación para todos los sudafricanos, sin distinción de raza.
Mandela impulsó asimismo la redacción de una nueva constitución para el país, que fue finalmente aprobada por el parlamento en 1996. Un año después cedió la dirección del ANC a Thabo Mbeki, destinado a convertirse en su sucesor en la presidencia. En 1998, dos años después de haberse divorciado de Winnie, contrajo matrimonio con Graça Machel.
Junto con el arzobispo Desmond Tutu, que presidía la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, Nelson Mandela presentó en junio de 1998 el informe con las conclusiones de la Comisión. La talla del dirigente africano quedó patente una vez más cuando, frente al parecer del ANC, avaló las conclusiones del informe, que señalaban no solamente los abusos y crímenes del régimen segregacionista, sino también los cometidos por los diversos grupos de los movimientos de liberación, incluido el Congreso Nacional Africano. Tres meses antes de finalizar su mandato, Mandela anunció que no pensaba presentarse a la reelección. Le sucedió en la presidencia Thabo Mbeki, vencedor en las elecciones de junio de 1999.
Apartado de la vida política desde ese año, recibió múltiples reconocimientos, si bien sus problemas de salud hicieron cada vez más esporádicas sus apariciones públicas. Pese a su retirada, el fervor que Mandela despierta en sus compatriotas siguió vivo: en 2010 estuvo presente en las ceremonias del Mundial de Fútbol de Sudáfrica, y recibió el caluroso apoyo de la multitud; en julio de 2013, estando el líder gravemente enfermo, la población sudafricana se lanzó a las calles para celebrar su 95º aniversario. Elevado a la categoría de uno de los personajes más carismáticos e influyentes del siglo XX, su figura entrará en la historia como encarnación de la lucha por la libertad y la justicia y como símbolo de toda una nación.

Todos los libros y obras de Nelson Mandela

 
1994 (2004)

Nelson Mandela: el legado de paz de un notable

El político es ejemplo de que un liderazgo fuerte y bien intencionado puede ganar causas imposibles y promover la reconciliación.

08/12/2013 - 04:00





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LA MUERTE de Nelson Mandela aleja de la escena a uno de los políticos más carismáticos y universales que ha producido el continente africano, al tiempo que agranda la imagen y el mensaje de uno de los grandes líderes del siglo XX. Mandela combatió al régimen racista blanco en Sudáfrica y luego entendió que sólo es posible reconstruir una sociedad herida con el concurso de todos, incluso de aquellos que lo habían maltratado a él y a su pueblo. Su voluntad de luchar por la justicia y por dejar de lado el espíritu de revancha constituye un poderoso ejemplo de grandeza.

Luego de abrazar el camino de la violencia para resistir al régimen del apartheid e integrar el ala más radical de su partido político, el Congreso Nacional Africano, Mandela fue detenido en 1962 y condenado en 1964, acusado de alta traición. Durante los 27 años que permaneció en distintos penales, la rebeldía contra las injusticias del régimen supremacista creció entre la mayoría negra sudafricana. El gobierno blanco entró en crisis, y sus brutales esfuerzos por reprimir la sostenida resistencia de un pueblo que no se resignó a perder su dignidad no hicieron más que aumentar su debilidad e incrementar su aislamiento internacional. Cuando llegó al poder Frederik W. De Klerk, se dio cuenta de que la situación era insostenible y que era necesario negociar. Vio en Mandela al único líder con legitimidad para entablar negociaciones y se decidió a liberarlo.

En febrero de 1990, Mandela salió como un hombre libre desde la prisión Victor Verster. La experiencia lo había cambiado. Ya no era el aguerrido líder que emulaba al Che Guevara, llamaba a una revolución castrista y vestía con trajes verde olivo. Ahora usaba corbata o coloridas camisas tribales y predicaba una visión unificadora. Eso no hizo de él un negociador débil. Mandela combinó habilidad con fuerza para obligar a De Klerk a que éste facilitara un traspaso total del poder desde la minoría blanca hacia la mayoría negra. El prestigio y la imagen de “Madiba” (abuelo) se agigantaron cada vez más, hasta que llegó el día de 1994 en que se celebraron elecciones abiertas y Mandela se convirtió, tras ganar con el 62% de los votos, en el primer presidente negro de Sudáfrica.

Su figura ya era imponente, pero creció aún más durante los cinco años en que ejerció el poder. Luego de convencerse a sí mismo de que la unidad era requisito ineludible, hizo el esfuerzo de persuadir a todo un país de que la vía de la reconciliación no sólo era posible, sino también necesaria. Para ello no titubeó en tomar la iniciativa -como ocurrió, por ejemplo, durante el episodio de la Copa del Mundo de Rugby de 1995 que ha sido retratado en un libro y una película- y señalar el camino a sus compatriotas. Sin dejar de buscar la verdad de los atropellos cometidos durante las décadas de vigencia del apartheid, Mandela resistió la tentación de la venganza y optó por tratar de construir una sociedad integrada, no sólo con los blancos afrikaaners, sino también entre los distintos grupos tribales que componen Sudáfrica. Su enorme legado es haber buscado la reconciliación y la paz para su país.

8 principios de liderazgo por Nelson Mandela

Publicado en Educación Financiera |
1. La fortaleza del líder no reside sólo en valentía o coraje, ya que no es la ausencia de temor, sino la capacidad para sostenerse. Es decir, aún en medio de las circunstancias adversas, recordar su posición e inspirar a otros a ir más allá, alcanzando objetivos juntos.
2. EL líder tiene que tener capacidad de entender los momentos y oportunidades, ser táctico. Las tácticas para lograr un acuerdo son importantes en la medida son oportunas. Implican riesgo y ruptura de paradigmas, mas un líder tiene que ser capaz de entender estos momentos y saber explicarlos a su grupo. No es ceder principios sino ver que los hechos se materialicen para el bien de todos, lo que suele depender de la realidad, el líder pragmático es más oportuno que sólo el que es idealista.
3. Ser plomo en la parte de atrás, dejando que cada quien hable y aporte su posición o ideas para conocer el terreno y saber buscar los consensos. El líder tiene que tratar de no adelantarse o tomar posiciones sin conocer lo que otros piensan o pudieran pensar, de este modo, sostiene mejor sus criterios a la hora de decisiones fuertes, a diferencia de quienes se desbocan por reacciones emocionales. Así, logrará persuadir a los demás en torno a la mejor idea, haciéndolos pensar que era también la suya.
4. Conoce a tus contrarios y aprende de las cosas que les gusta, su historia, su deporte, sus experiencias. De este modo sabrás hacerle ver los puntos que tienen en común y aun en medio de las peores circunstancias sabrás hacerte entender y ser respetado.
5. Mantén a tus amigos cercas y más cerca a tus rivales o contrarios, hazle ver tus encantos y muéstrale tu amistad, a ver como se comportan contigo. Es una manera de tener a raya al enemigo es compartiendo con él y saber que hace dentro de un circulo de influencia que no saber que piensa o hace. Eso dejara claro cuando te agrede o te falta, en contraposición al cuidado que le has proferido y de los amigos, confía sin esperar lealtad 100% ya que ellos tienen sus propios intereses como humanos, y pueden cambiar.
6. La apariencia física ayuda al líder, es importante, mas es imprescindible contar con una gran sonrisa, que trasmita tu paz y tu capacidad de equilibrio interior, aún cuando puedas experimentar sentimientos de amargura o confusión, esto ayudará a que recobres, si el líder llega a estar dubitativo o rabioso a reencontrar el equilibrio y a que los demás te reconozcan con simpatía o confíen una vez mas en tu propia confianza.
7. La vida nunca es bien o mal en todo momento, nada es blanco o negro. Las decisiones son complejas, hay variados colores y factores a considerar, y siempre hay factores que compiten. Nada es nunca tan sencillo como parece. Siempre preguntarse ¿Cuál es el fin que yo busco? ¿De que factores depende? ¿Pueden ser mis objetivos relacionados a factores que parecen contradictorios? Si es así, es adecuado sopesar cada factor y actuar en consecuencia para no tener que renunciar a ninguno si es posible o conveniente.
8. Dejar de ser el líder, en algún momento también es una forma de seguir siendo líder, ya que la impetuosidad a veces consume el liderazgo, por lo cual es importante la madurez de cómo saber administrarlo. A veces esta madurez llega con lecciones muy duras, por lo cual es importante reflexionar y no extralimitar las ambiciones o pretensiones para acceder o perpetuarse en el poder, y menos si se ha peleado públicamente con estos extremos. Saber reconocer una derrota o saber aceptar el rechazo a una idea y respetar el resultado puede constituirse en ganancia.


















 









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